María Fernández Lago
LA TIERRA PROMETIDA
Me quedé estando en mí, no fue una huida,
no fue una rendición, no fue egoísmo,
alguno sabrá ya de este bautismo
que el manto del silencio nutre y cuida.
Yo nunca estuve sola, estuve unida.
¡Soledad!: abandono de uno mismo,
cauce sin solución donde el abismo
presenta un 1 falso y en caída.
Yo nunca estuve sola en este nido,
anduve silenciosa y satisfecha
hilando tiempo y verbo sin sonido;
cultivo de la fe que en justa fecha
cosecha de la fe dio, el prometido
fundó en el blanco el blanco con su flecha.