María Fernández Lago
EL ENCUENTRO
Tú no me eres ajeno en el latido.
Te vistes de Verdad. Naces al mundo
en cada despertar, cada segundo,
como un eco callado del olvido.
En la dificultad está la entrega:
basta salvar la brecha o la muralla
para encontrar la verja y, tras la valla,
la perla que nos une y nos sosiega.
Así, yo te imagino, hombre y alma,
como el conquistador que funda el puente
con la palabra niña e inocente.
Tú no me eres ajeno en esta calma.
Tú y yo nos conocemos en el pecho:
en algún punto el mundo se ha hecho estrecho.