Yo le escribí un poema a un gilipollas.
Perdón por la disculpa, aunque lo cierto
es que debía disculparse, aún muerto,
el gilipollas. Sí. Por gilipollas.
Yo le escribí un poema y aún ampollas
me salen en los dedos. No os alerto,
es tan solo una alergia, un desconcierto
que me trae la memoria. (¡Gilipollas!)
¿Y cómo voy a borrar tal desatino?
Tal vez más gilipollas soy yo al cabo
por malgastar un triste alejandrino
en un idiota, un necio, un tontolnabo,
un majadero insípido, un cretino
hijo de gilipollas. Y ya acabo.
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