Hacer la luna sol quema la noche
–espero que entendáis lo que persigo.
Hacer la luna boba –y sé qué digo–
no solo es un pecado, es un derroche,
porque la luna no es ese fantoche
que pretenden pintarnos, el testigo
del amor de un poeta o un castigo
licantrópico y loco a medianoche.
La luna es una madre que no obliga,
es tu pan, es el seno que te acoge
y es el abrazo suave que te abriga.
Si saben que la siembra se recoge,
¿a qué sembrar mentira? Una boñiga,
amiga, antes y por mejor partido escoge.
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