Para el hombre escribo. Mira
allí, donde el día se clava.
La misma luz es la tuya,
sábete siéndola. Llama
de la mujer que te alumbra.
Espejo y luna, fría fragua.
Luz por dentro y luz reflejo.
Fuego en el centro del agua.
Para el hombre escribo. Siente
el aire cálido. Tarda
el invisible en su terno
lo que tarda la palabra.
Hombre ideado y de ideas
sentado a la noche en calma
imaginando. La imagen
sábete siéndola: habla
para el hombre. Escribo. Espera
la tierra la luz del alba.
Huele a verdor. Se reduce
la vida a vivir. Y pasa
como una brisa, sin sombra,
la tarde, bajo la parra.
Sábete saboreando,
uva, serpiente, manzana.
Para el hombre es. Cribo. Hallo
en la semilla la rama
y en la rama todo un árbol.
El agua ya se derrama
y el rayo cae. Como un rayo
te sabes tormenta y ala.
Relampaguea tu nombre,
se enciende el centro del agua.
Para el hombre escribo. Extenso
es el mar de la palabra.
Hombre-extensión, fuente. Extensa
mirada alta, idea clara.
Amplio es el cielo– una estrella
se asoma– y amplia es la casa.
El hombre se sabe. Libre
se dibuja la mañana
para él. “Hombre”, escribo,
arenal en la hondonada,
madera viva. Una madre
sosteniendo la sustancia,
piedra lunar, polvo inerte,
fría y material pisada.
Siéntete centro de todo.
Sábete el centro de nada.
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