Denario, diez, raíz en la extensión
de la fortuna, el árbol del dinero
se sustenta de una luz que es primero
y que alimenta un nombre y su ilusión.
Diez ases en la mano, ¿es más que un cero?,
me pregunto al pasar. Si la razón
me dice que son más, el corazón
rescata que de cero es heredero
todo número y todo lo que habita
la expresión donde el todo se revela.
La perfección de diez es la infinita
perfección de la nada y, tras su estela,
la luna en la moneda deposita
la plata que en el éter gira y vuela.
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