Una vez hecha a modo de universo
la malla donde juegan los motivos,
corresponde mirarse en el espejo.
Un espejo es preciso, por lo tanto.
Se estira el brazo y se establece un ángulo
y así nace la imagen en silencio.
Como todo ha nacido del silencio,
que es la quietud perfecta, el universo,
bien visto, desde el foco de tu ángulo
resume en el silencio los motivos,
pero no adelantemos hasta tanto
te sepas tú la imagen del espejo.
Por ahora tenemos un espejo
y una imagen forjada en el silencio,
semejante al silencio, y eso es tanto
que necesitaría un universo
para escribirte todos los motivos
desde el punto de vista de mi ángulo.
Sabiendo que miramos desde un ángulo
siendo imagen perfecta del espejo
y que somos en suma los motivos
de no saber qué somos, en silencio
responde a la pregunta: el universo,
¿te parece infinito o ya no tanto?
Para que no te pierdas entre tanto
alboroto: reflejo, imagen, ángulo,
en la malla sutil del universo,
sabe que eres la voz en el espejo
en la extensión del brazo del silencio.
Con esta luz ¿no sobran más motivos?
Pero si aún pretendes los motivos
desconocer y vas a cada tanto
preguntando tu suerte y el silencio
te conduce de un ángulo a otro ángulo,
deshaz la ruta exacta del espejo:
es inútil culpar al universo.
Es uno el universo y los motivos,
resuelve en el espejo el dos en tanto
te brinda el tres un ángulo en silencio.