María Fernández Lago

19 de ago de 20201 min.

PARA EL HOMBRE

Para el hombre escribo. Mira

allí, donde el día se clava.

La misma luz es la tuya,

sábete siéndola. Llama

de la mujer que te alumbra.

Espejo y luna, fría fragua.

Luz por dentro y luz reflejo.

Fuego en el centro del agua.

Para el hombre escribo. Siente

el aire cálido. Tarda

el invisible en su terno

lo que tarda la palabra.

Hombre ideado y de ideas

sentado a la noche en calma

imaginando. La imagen

sábete siéndola: habla

para el hombre. Escribo. Espera

la tierra la luz del alba.

Huele a verdor. Se reduce

la vida a vivir. Y pasa

como una brisa, sin sombra,

la tarde, bajo la parra.

Sábete saboreando,

uva, serpiente, manzana.

Para el hombre es. Cribo. Hallo

en la semilla la rama

y en la rama todo un árbol.

El agua ya se derrama

y el rayo cae. Como un rayo

te sabes tormenta y ala.

Relampaguea tu nombre,

se enciende el centro del agua.

Para el hombre escribo. Extenso

es el mar de la palabra.

Hombre-extensión, fuente. Extensa

mirada alta, idea clara.

Amplio es el cielo– una estrella

se asoma– y amplia es la casa.

El hombre se sabe. Libre

se dibuja la mañana

para él. “Hombre”, escribo,

arenal en la hondonada,

madera viva. Una madre

sosteniendo la sustancia,

piedra lunar, polvo inerte,

fría y material pisada.

Siéntete centro de todo.

Sábete el centro de nada.

    130
    0